En la cultura andina la Misha es un espacio sagrado donde, desde tiempos ancestrales, los habitantes de los Andes co creaban su realidad, movían sus intenciones y se comunicaban con lo que para ellos eran las fuerzas del cosmos.
Los chamanes la utilizaban con sus elementos de poder invocando las energías del norte, sur, este y oeste.
Movían oracularmente objetos para concretar sus deseos y propósitos desde el HANAKPACHA (lo energético, la antimateria o mundo sutil, lo superior), el KAYPACHA (presente aquí en la tierra, en este tiempo espacio) y el HUJUPACHA (la materia, el pasado, lo denso).
Con la Misha, quien la porta puede crear todos sus rituales, despachos y conquistar objetivos que cree inalcanzables.
Tener y construir una Misha y Misharubi (bolsita con todos los arquetipos, piedras, amuletos y elementos propios o heredados), es una manera de honrar a las culturas ancestrales, reconocer su sabiduría y aprender a conectarse con el mundo sutil.
Es aprender un juego, un lenguaje para mover e interactuar con las energías y leyes que rigen el universo donde transcurre nuestra evolución.
La Misha es un paño sagrado que invita a moverte en el espacio cuántico, una enseñanza de nuestros ancestros que realmente deseamos respetar y difundir.
Está integrada por 3 telas diferentes. En la base, la MASTANA: la materia y antimateria. Al centro, la DUALIDAD: lo femenino y masculino. En la parte superior, el CUATERNARIO, que representa los espacios para las energías de los puntos cardinales, los cuatro elementos y también pasado, presente y futuro en un tiempo circular.
Entendemos qué mover piezas en el mundo cuántico es comunicarnos con nuestro inconsciente desde la consciencia plena.
Entre esas telas, desde nuestra realidad, movemos elementos y objetos codificados que se movilizarán en el espacio multidimensional para alcanzar nuestro deseo, o provocarán un movimiento para que nuestro deseo nos encuentre en el presente.
La Misha es un modo de comunicar con lo Invisible, con lo sutil. Es una herramienta que sirve de puente, entrelazando mundos, como expresa la tradición andina.
Un puente comunicando las diferentes dimensiones de la existencia.